¡Madre mía! ¡Qué feliz estoy! Quiero hoy contigo compartir la alegría que tan intensamente vivo. Deseo también pedirte que me ayudes a participar a otros el alborozo que me embarga, pues estoy firmemente convencido que la alegría, así como el amor, son realidades que se difunden por el testimonio y por la comunicación. Amén.
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