¡Milagrosa Santísima y dulcísima virgen María, Madre de Dios, hija del sumo rey y Señora de los Ángeles, Madre del Creador de todos, Reina de las misericordias, inmenso abismo de piedad! Tú recibes bajo tu protección y amparo a todos los que afligidos te invocan, como los refieren las historias y pregonan los que en todos los tiempos han implorado tu patrocinio visitando devotamente tus templos, y especialmente, el santuario de la imagen de Regla, en que parece has querido ostentar más tu poder y caridad, pues en este templo, y por ésta, tu imagen, todos hallan su remedio y consuelo.
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