Glorioso y bienaventurado san Sebastián que alcanzaste de Dios tanta fe y caridad, que llegaste a sacrificar tu vida por obedecer a Dios y socorrer fielmente a tus hermanos cristianos. Ahora que vives junto a Dios escucha las plegarias y súplicas de los que te invocan con gratitud, fe y devoción, y acuden a ti desde los campos, pueblos y ciudades. Mártir de Cristo, alcánzanos de Dios que, confesando nuestra fe,
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