Poderosa Peregrina de la fe, Virgen senda de creyentes, el amor y la obediencia que dieron al Hijo muerte hasta la Cruz te han llevado y sin los clavos te hieren. Tuviste el gozo materno cual nadie entre las mujeres; por ser Madre de la Iglesia, nueva Eva de vivientes, hoy das a luz con dolor y cual ninguna padeces. Virgen fiel, perseverante, Virgen del sí para siempre, la Iglesia de tus entrañas tu Compasión agradece, y para ser fiel esposa contigo el amor aprende. Virgen María, que fuiste grano que en la tierra muere y que sufriste la espada en el silencio obediente, abre nuestros ojos ciegos hacia el misterio doliente. ¡Oh Cristo Crucificado, fuente de todos los bienes, que a la mujer más amada le diste el dolor más fuerte, gloria a ti cual Redentor y a la Madre que enalteces! Amén.
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