En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Así sea. ¡Oh augusta Reina de las Victorias, oh Virgen soberana del Paraíso! cuyo nombre poderoso alegra los cielos y hace temblar de terror a los abismos. ¡Oh gloriosa Reina del Santísimo Rosario! Nosotros, los venturosos hijos vuestros, postrados a vuestras plantas, –en este día sumamente solemne de la fiesta de vuestros nuevos triunfos sobre la tierra de los ídolos y de los demonios– derramamos entre lágrimas los afectos de nuestro corazón, y con la confianza de hijos os manifestamos nuestras necesidades. ¡Ah! Desde ese trono de clemencia donde os sentáis como Reina, volved, ¡oh María!, vuestros ojos misericordiosos a nosotros, a nuestras familias, a nuestra República, a la Iglesia Católica, al mundo todo, y apiadaos de las penas y amarguras que nos afligen. Mirad ¡Oh Madre! cuántos peligros para el alma y cuerpo nos rodean; cuántas calamidades y aflicciones nos agobian. Detened el brazo de la just...
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