Señor Jesús, hazme misericordioso para que cuando vea el sufrimiento de un hermano no pueda pasar de largo sin contemplarlo y ayudarlo. Y de alguna forma si hiciera lo contrario que mi conciencia que es la voz de tu palabra en mi espíritu, me recalque una y otra vez el mal que hice. Por tanto ayudados de tu divina gracia, otorgame ser como aquel samaritano de la historia del evangelio que tu mismo contaste a tus discípulos cuando aún te encontrabas entre nosotros en esta tierra de llantos, gozos y pasiones. Amén.
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