¡Milagrosa, gloriosa Virgen y Mártir, Santa Lucía! nos hallamos aquí postrados ante tus plantas para pedirte la salud, más que la del cuerpo, la del alma. Te pedimos esa fe que te hizo columna inmóvil ante los poderes de la tierra, y esa fortaleza del alma con que resististe los halagos del mundo. Venimos admirados ante tu valor sobrehumano y quisiéramos que usarais de ese poder, para obtener del Señor esa luz que ilumine nuestra inteligencia.
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