Oh
dulce Isabel, tú que superaste el sufrimiento con el gozo de elevar
himnos a Dios, infunde en nosotros tu espíritu de paciencia ante la
adversidad. Concédenos el don de saber perdonar. Líbranos de las
pasiones dañinas, de manera que podamos seguir sirviendo al Señor con
todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.
Que así sea.

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