La meditación es el punto final de una etapa y el comienzo de
otra. La etapa del despertar espiritual se da cuando nuestra alma nos empuja a
buscar lo que no hemos encontrado a través de lo material: La felicidad, la paz
y el amor.
Esta búsqueda nos abre a Los Ángeles, quienes nos mostrarán
los pesados costales con los cuales venimos cargando y nos enseñarán a
limpiarlos con amor para poder liberarnos.
•El perdón es un plumero de luz que limpia el costal del
pasado.
•El poder de elección nos llevará a renovar el costal de las
falsas creencias.
•Nuestra conciencia divina abre el costal de la mente que
entrega el ego y la mala intención para elevarse al amor.
•La verdad limpia nuestros anteojos y nos permite ver
nuestras creaciones en el costal de la realidad.
•La oración en el costal del silencio, nos abre a la
comunicación con Dios.
•Y la meditación abre el costal del merecimiento
permitiéndonos escuchar la verdad, la que proviene de Dios y no del hombre.
Con esta maravillosa limpieza, termina una etapa en la cual
reconocemos nuestro espíritu, nuestra guía y a través de los Arcángeles,
recibimos las herramientas básicas para empezar a transformar nuestras vidas.
Es entonces que comienza otra etapa en la cual a través de la
meditación estaremos en conexión divina todo el tiempo. Porque la meditación no
es para aquietarnos una hora y el resto del día dejarnos dominar por nuestras
emociones, por el ego, el rencor, la mala intención o por el veneno que los
demás nos transfieran.
Practica la oración diariamente hasta que se convierta en un
hábito.
Al levantarte ofrece tu día:
“Buenos días Padre, entrego mi día a tus creaciones de luz,
amor, felicidad, prosperidad, salud, energía, protección, belleza y armonía.
Así sea.”
Al bañarte pídele al Ángel del agua:
“Ángel del agua, limpia mi aura, mis emociones y renueva toda
energía con la fuerza de tu elemento”
Al subirte al carro afirma:
“Este vehículo es conducido por Dios y protegido por los
siete Arcángeles”
Al llegar a tu trabajo di:
“Pido a los Ángeles de todas las personas que trabajan aquí
que actúen a través nuestro y nos comuniquemos en el amor, armonía e
inteligencia divina. Gracias, así sea.”
Al salir del trabajo afirma:
“Terminado mi horario de trabajo, pido a mis Ángeles que
llenen de energía positiva y soluciones este lugar para que mañana todo se
resuelva en perfecto orden divino”
Al llegar a casa pide:
“Ángeles del amor, renueven mi energía, limpien mis
emociones, pensamientos y llénenme de amor para disfrutar de mi hogar y de mi
familia.”
Al dormir entrégate:
“Arcángel Zadkiel, límpiame de todo impacto negativo recibido
durante mi día, yo perdono y pido perdón por la energía y las emociones mal
dirigidas y doy gracias porque durante la noche sanas mi cuerpo, mi mente, mis
emociones y me llenas de amor divino”.
Estos son ejemplos de cómo la oración a lo largo del día en
cuestión de segundos te conecta con la energía de Dios, pero meditar es
sumamente importante, no es un reemplazo de la Oración.
Meditar y Orar son dos cosas totalmente diferentes aunque
igualmente importantes. Los Arcángeles nos hacen saber que MEDITAR es lo
contrario de ORAR.
ORAR es hablar con Dios, MEDITAR es escucharlo
Meditar es permitir que los pensamientos pasen hasta que
disminuyan su velocidad y nuestra atención se centre en nuestra respiración, en
nuestros músculos, en el latido de nuestro corazón, en la vida que hay dentro
de nuestro cuerpo.
Dentro de esa paz y quietud es que comenzaremos a abrir
nuestro canal de comunicación con Dios y con los Arcángeles, porque no
estaremos orando, estaremos de oyentes y poco a poco con paciencia y
constancia, las respuestas comenzarán a fluir a través de la elevación de
nuestra energía, de la armonía o progreso en el trabajo, de mejores relaciones
familiares, o de formas más directas: Un anuncio, un libro, un amigo, un
cartel, una canción, un programa de televisión.
Los Arcángeles nos guían y acompañan en todo momento,
invoquémoslos constantemente, a ellos les encanta que les pidamos apoyo.
Así, día con día llega un momento en que la oración y la
meditación van tan de la mano que se convierten en una charla con Dios.
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